martes, 20 de marzo de 2012

Herramientas de gestión de proyectos

Hoy quiero compartir con vosotros la información que he recopilado estos días sobre herramientas de gestión de proyectos (para los van de guays, project management). Resulta que en mi equipo de trabajo ha surgido la necesidad de gestionar de una puñetera vez, aunque sólo sea por encima, lo que tenemos pensado hacer y los plazos y prioridades con los que se va a hacer cada cosa. Vamos, ese tipo de planificaciones que son de sentido común, pero que en las empresas españolas sólo se hacen como por obligación, y a menudo con la única intención de ofrecer fechas de entrega a los comerciales, pero no porque se sea consciente de lo importante que es.

La mayoría son herramientas libres, porque muchas ganas de pagar licencias no es que tengamos y, además, siempre está bien que el código sea abierto, por si se quiere hacer alguna pequeña modificación (por ejemplo, traducirla).

Team Lab: Me ha causado muy buena impresión lo poco que he visto de ella. Aparentemente completa, fácil de usar y atractiva. Pero es una utilidad on-line. Esto tiene ventajas e inconvenientes. La ventaja es que te ahorras la instalación y mantenimiento. La desventaja es que tienes que confiar en la nube, y la verdad es que para guardar tonterías vale, pero para guardar la gestión de tus proyectos, pues como que prefiero un programa que yo ejecute en mis servidores, la verdad.
LibrePlan: Me ha parecido muy completa, pero quizás demasiado para lo que buscamos en mi empresa. Quizás en el futuro sí que busquemos algo así, pero de momento nos conformamos con saber qué módulos vamos a implementar, qué prioridad tiene cada uno y cuándo se entrega.
Kunagi: No hace mala pinta, pero las pantallas de la web no me han parecido muy ilustrativas.
2-plan: En realidad son dos partes de la misma herramienta: desktop y team. Una es un programa local (desktop) que permite gestionar proyectos, ver el diagrama de Gantt, etc. La otra es un entorno web, muy fácil de instalar, que permite que los miembros del equipo (team) actúen y vayan diciendo cuántas horas dedican, o añadan notas y modifiquen datos. Existe traducción al español, pero incompleta (aunque uno mismo puede meterse en los ficheros y traducir). La aplicación desktop está bastante bien, pero la team la veo un poco pobre.
ProjectForge: Una herramienta alemana (al igual que 2-plan) bastante completa. Se puede integrar en Tomcat o ejecutar aparte como programa java. Hace muy buena pinta y parece que se le puede sacar mucho partido, pero no es fácil aclararse en cómo usarla, y aunque muchos manuales están en inglés, justamente el de conceptos y usuario está sólo en alemán. La aplicación no está en español, pero no es difícil editar el fichero de idiomas.
GanttProject: Un pequeño y modesto programa, pero muy intuitivo y que en unos minutos te permite crearte lo básico: unas cuantas tareas, unos recursos (o sea, empleados) y la relación entre ellos. Está orientado a trabajar básicamente con el diagrama de Gantt. Tiene algún "bug", pero los resultados se almacenan en un XML muy fácil de editar, así que lo he podido resolver bien.

Finalmente me he decantado por GanttProject, que ahora mismo es lo que mejor cuadra con nuestras necesidades. Las otras herramientas están bastante orientadas a que los empleados se conecten para entrar sus horas de trabajo, y así tener un reflejo realista de lo que va pasando; pero a nosotros nos interesa más la previsión, y no tener que ir entrando lo que hacemos. Si nos acostumbramos a gestionar proyectos, no descarto que en el futuro nos arriesguemos a usar algo más completo, como ProjectForge, pero de momento nos basta con GanttProject.

Nos hubiera gustado realizar estas labores mediante el Trac, que ya usamos para tratar los errores y peticiones de software, pero desgraciadamente el plugin para tener roadmaps de proyectos no nos acabó de funcionar, e inlcuso si hubiera funcionado, quizás necesitamos algo a más alto nivel, aislado de los detalles de cada pequeño error o petición.

lunes, 12 de marzo de 2012

La teoría RAC (II): Cada cosa tiene su función

Nuestra sociedad, histérica defensora de la fidelidad a cualquier precio, no acepta que uno pueda amar a varias mujeres a la vez, o que las pueda amar de diferente manera; por tanto, la mujer a la que se ama debe acabar convirtiéndose necesariamente en la esposa de uno, y aparte de ella no puede haber ninguna más. Lo contrario, socialmente, se considera una desgracia. Lo mismo les ocurre a ellas con nosotros: deben ser de un solo hombre, no hay alternativa posible.

Como yo no comparto esa filosofía, voy a intentar explicar la razón de mi postura. Pero primero, una analogía ilustrativa:

Existe una conocida regla sobre la dinámica de trabajo en las empresas, conocida como El principio de Peter, que universalmente se acepta como uno de los errores más típicos de las organizaciones. Consiste en elevar de categoría a aquel empleado que hace bien su trabajo, olvidando que, por muy justo que nos pueda parecer el premio, quizás en ese nuevo puesto al que lo ascendemos ya no sea una persona competente. Quien es un buen soldado no tiene por qué ser un buen capitán, del mismo modo que quien es un buen programador no tiene por qué ser un buen jefe de proyecto, o un buen albañil quizás no sea un buen capataz. Si verdaderamente creemos que debemos premiar el trabajo bien hecho, debemos hacerlo de otras maneras (subiendo el sueldo, por ejemplo), pero el lugar en el que trabaja cada uno debe ser elegido sólo por sus capacidades, no por recompensas.

Yo creo que algo parecido ocurre con el amor. Tenemos una buena amiga y creemos que por eso ya podría ser una buena amante; tenemos una buena amante y creemos que por eso ya sería una buena pareja; idealizamos a una chica a la que encontramos encantadora, y ya la vemos como una amante o una esposa, etcétera. Todo eso son errores. Quien es bueno en una situación, quizás no lo sea en otra, por mucho que la segunda nos parezca más ventajosa. Debemos ser capaces de comprender si esa persona debe cumplir una función o la otra; quizás descubramos que, en el fondo, ya está bien como está.

Por ejemplo, se comete un error muy grave al mezclar el amor romántico con el amor conyugal, porque no hay nada más mortífero para el amor romántico que una convivencia prolongada. El estado de enamoramiento es muy frágil; se basa en una elevación de nuestro espíritu casi mística, en la que la amada es casi como un sueño, como una agradable alucinación. Un sentimiento tan delicado no puede mantenerse por mucho tiempo: no estamos todo el día superenamorados a todas horas, sino que experimentamos momentos de enamoramiento. En cierto modo ocurre como con la excitación sexual: uno no está todo el día empalmado, por mucho que le guste su mujer. La consecuencia evidente es que habrá muchos otros momentos en los que habrá que estar junto a la otra persona, sin sentir un gran enamoramiento, y eso romperá la magia del amor romántico, en el cual es necesario ver constantemente a la amada como a un ser divino.

Peor aún: podría ser que, al descender nuestra excitación mística y tranquilizarnos, al verla en su vida cotidiana, con sus manías, con sus arranques de mal humor, con sus silencios o con su indiferencia, nuestro amor romántico difícilmente sobrevivirá. No significa que dejemos de quererla, quizás la querremos, pero en todo caso, será de otra manera. La querremos con cariño, con aprecio, con la paciencia de un esposo... en definitiva, sentiremos el amor conyugal, el que se tiene por la pareja. Pero a cambio, habremos perdido el otro. Eso no está ni bien ni mal, simplemente es un amor diferente, pero hay que escoger si es eso lo que queremos con esa mujer, o si preferimos seguir embelesados con su imagen y su recuerdo. Muy probablemente, la mujer que querremos para una cosa no será la misma que la que querremos para la otra.

Tampoco la prolongación en el tiempo resulta fácil, y así como el amor conyugal dura para toda la vida, el romántico puede desaparecer fácilmente, y quedar en el recuerdo. Debemos decidir si la mujer que tenemos delante es una mujer a la que preferiríamos recordar para siempre o acompañar para siempre.

Lo mismo ocurre con las amantes. Una amante es una mujer con la que se comparten las cosas buenas: quedas con ella, vas a tomar un café, a cenar, a la playa, a la cama, disfrutas del sexo con ella, quizás incluso de maneras que no practicas con tu pareja, la llevas al cine, etc. Pero todo son cosas bonitas. Luego, te despides y adiós. No significa que no la quieras, puede ser una gran persona y una buena amiga, pero seguramente no comparte tus problemas diarios, tus malos humores, tus manías... a lo sumo, le pedirás consejo en algún problema que tengas, o tú se lo darás para alguno suyo. Pero ya. Y eso es en parte lo que hace que mantengas de ella una imagen agradable: porque ni tú tienes que soportarla a ella, ni ella a ti. O muy poco.

Por todo eso, aunque es perfectamente posible que una amante sea una buena candidata para ser nuestra pareja, hay que verlo muy claro y estar muy seguro. Si nos confundimos por la buena impresión que tenemos de ella, quizás luego nos sorprendamos al ver que no podemos aguantarla a todas horas, o que ella no nos aguanta a nosotros.

Alguien podría preguntarse si no basta con el amor conyugal, si no podríamos contentarnos con nuestra pareja. A fin de cuentas, ella nos da compañía y sexo, que es lo que seguramente buscamos en nuestras amantes, y también a veces (aunque no sea un sentimiento continuo) nos enamorará, de una manera parecida a un amor romántico. ¿No es más fácil contentarse sólo con ella y no liarse con el resto? A eso yo respondo que sí, es perfectamente posible hacer eso, y desde luego es la opción más sencilla y menos problemática, pero creo que, en general, no es lo más deseable.

En realidad, la situación de cada uno depende de la época de su vida. Quizás en algún momento se sienta satisfecho con uno solo de los tipos de amor. Quizás el amante se sienta completo con sus amadas, quizás el romántico enamorado prefiera pensar sólo en su diosa, quizás el hombre casado se contente con su esposa y se olvide del resto; pero creo que en muchas ocasiones, la combinación de los diferentes tipos de amor, ayuda a completar nuestros espíritu con todos esos sentimientos, dándonos una existencia más plena. Y yo creo que eso es bueno.

Las amantes cumplen la función de añadir variedad. Nos sacan de la monotonía, nos divierten (y nosotros, es de esperar, las divertimos a ellas), y nos permiten así prolongar más años nuestra convivencia en pareja sin agobiarnos. Muchas veces veo a parejas quemadas, porque llevan muchos años juntos y ya no se aguantan, y no puedo dejar de pensar que, si no se hubieran centrado tanto el uno en el otro, si se hubieran permitido ambos un pequeño respiro con algún/a amante, quizás ahora estarían más relajados y lo llevarían mejor. Es un error pensar que las amantes quebrantan nuestra unión con la otra persona: eso sólo ocurre si caemos en la equivocación de confundir el amor de la amante con el conyugal, y pretendemos entonces cambiar de pareja; si dejamos a cada cual en su sitio y no mezclamos las cosas, yo creo que es positivo.

Del mismo modo, el amor romántico no supone, en mi opinión, ningún problema para el afecto que sentimos por nuestras amantes o por nuestra mujer. Se trata de una experiencia puramente espiritual, que nos ayuda a elevarnos sobre lo cotidiano, y que nada tiene que ver con nuestra convivencia. Por eso creo que, aunque uno bien puede conformarse con uno sólo de estos afectos, la persona que ha conseguido combinar los tres es la que realmente disfruta del amor y la que merece ser más envidiada.

Imagen: http://thesegolilypad.blogspot.com/2009/03/playing-with-king-of-hearts.html

jueves, 8 de marzo de 2012

La teoría RAC (I): Los tres tipos de amor

Como hace tiempo que no escribo nada sobre sexo, he pensado que es un buen momento para exponer aquí una teoría que mantengo sobre la afectividad de hombres y mujeres (aunque yo me centro en explicar la de los hombres, claro). Yo la llamo la teoría RAC. Las tres letras significan que hay tres tipos de afecto que uno necesita en su vida amorosa/sexual, y son:

- El amor romántico (la R).
- Las amantes (la A).
- El amor conyugal (la C).

La teoría consiste en afirmar que la felicidad completa se alcanza si se tienen las tres cosas, y que además conviene tenerlas juntas, pero no revueltas.

Como la teoría es bastante larga de explicar, hoy simplemente describiré lo que entiendo por cada tipo de amor, y más adelante explicaré por qué deben separarse.

El amor romántico es aquel que se siente por una persona a la que se adora, pero con la que no se tiene (o al menos no resulta imprescindible tener) contacto físico. Más aún, puede ser incluso que la persona adorada no nos conozca o que, incluso conociéndonos, nos odie. De hecho, el amor no correspondido es un tópico de la literatura, como reza aquel fantástico poema de Sor Juana Inés de la Cruz:
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

Creo que tener un amor romántico es algo sano y deseable. Llena el alma de ilusión, de sentimientos nobles y hace que salga a la luz lo mejor de nosotros. Es lo que inspira a los artistas, lo que da fuerza a los héroes y lo que nos transmite una idea más elevada de la palabra "amor".

Personalmente, creo que es muy triste morir sin haber sentido, al menos durante un tiempo, un deseo romántico por otra persona. Un deseo que, aunque por supuesto pueda estar acompañado de atracción física (qué casualidad que uno siempre se enamora de las guapas...), por alguna misteriosa razón no se basa en la excitación sexual, sino que tiene algo de divino y espiritual; he aquí precisamente lo interesante de este sentimiento. Excitarse al ver una persona atractiva es sencillo; que nuestra alma se sienta elevada al pensar el ella, o al verla, o al recibir cualquier pequeña señal por su parte, no tanto. Por eso se le tiene en más estima que a la simple atracción, y es la base de los libros y películas de amor.

Distinguir ambos impulsos es fácil. En el caso de la atracción física simple, el objetivo es claramente el contacto sexual lo más completo posible. Sin embargo, en el amor romántico, uno se siente tan inexplicablemente lleno de respeto y adoración por la otra persona que incluso cuesta sentirse digno de ella, y casi parece que la manchamos si pensamos en ella sólo sexualmente.

Por supuesto, es cuestión de gustos. Hay quienes no necesitan para nada este tipo de amor, e incluso lo encuentran ridículo y pasado de moda. Yo creo que para todo aquel que quiera sentir las experiencias importantes de la vida, es algo imprescindible.

Pasemos ahora al segundo tipo de amor: el de las amantes. Hoy en día esta palabra no se lleva, y se usan algunas como "follamigas", "amigas con derecho a roce" o "rollos". Da igual, que cada cual lo llame como quiera. Lo importante es el concepto: se trata de personas con las que estamos a gusto, con las que nos une una cierta amistad (aunque no tienen por qué ser nuestras mejores amigas) y por las que sentimos una atracción física, que ellas comparten, y que por tanto nos ha llevado a tener sexo (o al menos algún beso) en alguna ocasión. Vale la pena diferenciar, sin embargo, entre las amantes propiamente dichas y los simples "rollos" ocasionales que se consiguen a veces tras una noche de discoteca o mediante un ligue ocasional, pero que no van más allá de un encuentro puramente físico y tras el cual muchas veces no se vuelve a ver a la persona, e incluso nos quedamos sin recordar cómo se llamaba. No: al decir amante, me refiero a una mujer a la que se ama (de ahí el término), pero con la que no hay una convivencia continua, ni una fidelidad que nos permita afirmar que es "nuestra pareja". Una amante suele ser, ante todo, una amiga, alguien en quien se confía.

Por supuesto, es posible tener varias amantes, aunque supongo que tener muchas a la vez debe ser un lío tremendo. Esta es la principal ventaja de este tipo de amor: mientras el amor romántico sólo se muestra en su forma más pura al dirigirlo sobre una única persona; y mientras el amor conyugal difícilmente triunfa con más de una a la vez, las amantes, en cambio, pueden ser varias, e incluso las épocas en las que uno está con ellas pueden ir fluctuando, por diversas circunstancias.

La desventaja es que no es un amor tan profundo como los otros dos. Las amantes son personas a las que sin duda apreciamos, y que físicamente pueden darnos mucho placer; pero no nos embelesan como nuestra amor romántico, ni están siempre a nuestro lado como nuestra pareja, compartiendo lo bueno y lo malo. Generalmente, una amante sólo comparte lo bueno.

El tercer tipo de amor es el conyugal, el que se siente por la persona con la que compartimos la vida, ya sea nuestra esposa o, si no estamos casados, nuestra "compañera", por así llamarla. Este amor es el más difícil y el más importante en la vida. Vivir sin amor romántico es una lástima, pero creo que para muchas personas perfectamente posible, y no supone un gran problema. Vivir sin amantes también es una pena, pero a fin de cuentas nuestra pareja y nuestras amistades pueden compensarnos bastante bien esta carencia. En cambio, no tener una pareja que comparta con nosotros la vida y que nos acompañe, como reza la fórmula, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe, es verdaderamente algo muy triste, y que ninguna amante ni ningún amor romántico pueden compensar.

Este amor nos da estabilidad, nos da compañía, une a las familias y, si se desea y se dan las circunstancias, nos da descendencia. Va, por tanto, más allá de la propia experiencia personal, y se convierte en una acción social, en la que los familiares terminan inevitablemente involucrados.

El amor conyugal es el más complicado, porque no puede basarse en un capricho momentáneo ni en una ilusión aparentemente fuerte, pero que luego se desvanezca con facilidad (como muchas veces pasa con los amores románticos), sino que debe estar firmemente asentado sobre la confianza mútua y una compenetración de los caracteres verdaderamente especial.

Conviene comentar el caso de la poligamia (o su pariente, la poliandria, que también se practica en alguna parte del mundo). Personalmente no estoy en contra, y me parece absurdo que en España, por ejemplo, sea un delito. Si tres personas se encuentran a gusto juntas, pues oye, ellos sabrán. Me parece bastante ridículo que una sociedad que se jacta de su tolerancia hacia las parejas del mismo sexo, penalice de esa manera otras uniones. Una muestra más de nuestra hipocresía y de nuestra modernidad de fachada. Pero en cualquier caso, creo que la poligamia está condenada a ser un problema. Si ya es difícil llevar una vida en común con una mujer, no quiero ni pensar lo que supondría hacerlo con dos; e igualmente veo muy complicado que dos hombres convivan con una sola mujer. Es casi inevitable, además, que surjan rivalidades y que una de las tres personas se sienta desplazada, que crea ser "el tercero en discordia". Respeto la poligamia, pero me parece algo muy inestable y difícilmente viable.

En la siguiente parte del artículo comentaré cómo se combinan los tres tipos de amor.

Imagen: http://amigurumisatutiplen.blogspot.com/2010_11_01_archive.html