viernes, 31 de agosto de 2007

La zona del silencio

En 1930, el piloto mexicano Francisco Sarabia, notificó que su radio había dejado de funcionar misteriosamente al atravesar con su avión una zona desértica situada en el llamado Vertice de Trino, punto en que confluyen los límites de los estados mexicanos de Chihuahua, Durango y Coahuila, y que está delimitada por la Sierra del Diablo.

Por el momento, el hecho se consideró anecdótico y no se le dio importancia, pero en la década de los 70, un error provocó la caída de un cohete de la NASA, a lo cual siguió su correspondiente búsqueda por parte de los técnicos norteamericanos. Extrañamente, los aparatos que rastreaban el lugar en busca del cohete no aportaban datos, y aunque finalmente lo encontraron, alguna gente tuvo la impresión de que había algo raro en aquel caso, sobre todo porque los estadounidenses se llevaron también una gran cantidad de arena del desierto, no se sabe para qué fin. Cuando por aquellos días un tal Harry de la Peña informó de que había un punto del lugar al que no llegaban las ondas de radio, comenzó la leyenda de que existía un cono magnético sobre la zona, y se la bautizó con el misterioso nombre de Zona del Silencio. Siguieron las comparaciones con otros lugares singulares como el Triángulo de las Bermudas, y las noticias de OVNIS, pero sobre todo las particularidades electromagnéticas del lugar, la abundante presencia de meteoritos y las extrañas desviaciones de las brújulas que se encuentran en él.

La leyenda atrajo un cierto turismo, que comenzó a poner en peligro la fauna del lugar, especialmente un tipo de tortuga en peligro de extinción, y en 1978, se creó la Reserva de la Biosfera de Mapimí, a la que pertenece esta zona. Hoy en día es sobre todo un lugar privilegiado para la observación del cielo y de las estrellas fugaces, por lo limpio de su atmósfera, lo singular de su flora y fauna, y por los restos fósiles que hay en él, incluyendo fósiles marinos, pues en el pasado esta zona estuvo cubierta por el Mar de Thetis.

Fuentes:
http://www.interpower.com.mx/salac/2001leon.htm
http://www.torreon.gob.mx/laciudad/turismo/alrededores/zona_del_silencio.php
http://es.wikipedia.org/wiki/Zona_del_Silencio


Foto: http://www.grupoelron.org/fisicaastronomia/zonadelsilenciomexico.htm

miércoles, 29 de agosto de 2007

El sótano de las golondrinas

En el estado Mexicano de San Luis Potosí, podemos encontrar uno de los lugares más bellos y singulares de la Tierra: el sótano de las golondrinas. Se trata de un agujero natural de 512 metros de profundidad, de los cuales 376 son de caída libre (y de hecho se han realizado bastantes descensos en paracaídas), y una abertura de casi 60 metros de diámetro.

Se le llama "de las golondrinas" porque en él habitan numerosos pájaros, entre ellos vencejos, que suelen ser confundidos con las golondrinas. Desgraciadamente, la población de aves ha disminuído en los últimos años debido a la afluencia de turistas, que no siempre se controla todo lo que se debería de cara a proteger lugares como este.

Resulta increíble que la Naturaleza haya podido, por sí sola, crear una cueva como esta, aparentemente obra de un ser inteligente que hubiese querido crear este profundo pozo.


Extraordinaria la imagen del sol entrando en la cueva y los paracaidistas cayendo en ella, junto a algunos grupos de aves, como podemos observar en este video. Realmente vale la pena.

Fuentes:
http://www.mexicodesconocido.com/espanol/deportes/terrestres/detalle.cfm?idcat=5&idsec=28&idsub=105&idpag=3043
http://dmcas.blogspot.com/2007/05/el-stano-de-las-golondrinas-slp.html
http://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%B3tano_de_las_Golondrinas
http://www.viajeros.com/diario-4565.html


Fotos: http://www.jornada.unam.mx y http://es.wikipedia.org

lunes, 27 de agosto de 2007

Dichos mal dichos

Existen pruebas de que el refranero, ese pozo de "sabiduría popular", es a veces también un reducto de confusiones populares. Hace tiempo leí (creo que en los Ensayos de Montaigne) la historia del famoso refrán "La excepción que confirma la regla". Cuántas veces nos habremos quedado extrañados pensando: "¿Cómo que la excepción confirma la regla? ¿No debería ser al reves?" Por supuesto. Es que es al revés. El refrán latino original dice: exceptio provat regulam, que significa literalmente "la excepción pone a prueba la regla", es decir, que cuando una regla se da por buena y surge una presunta excepción, ésta pone a prueba la regla, y debemos intentar explicar por qué en realidad no es una excepción, o bien aceptar que la regla era falsa. Pero en lugar de eso, la "sabiduría popular" ha adaptado el refrán para usarlo cuando una regla genérica (pero no estrictamente cierta) va encontrando excepciones que ya nos imaginábamos, pero que no por ello desmienten la validez de la regla (o eso creemos). Así, cuando se dice por ejemplo que los heavies llevan el pelo largo, si aparece uno que no lo lleva, alguién podría decir que es la excepción que confirma la regla, cosa bien absurda, aunque no menos, por cierto, que la regla misma.

Algo parecido ocurre con el famoso dicho "No hay mal que por bien no venga". Habitualmente la gente lo usa al revés, como si dijera "No hay bien que por mal no venga", es decir, que cuando pasa algo malo, siempre hay también alguna consecuencia positiva o alguien que sale beneficiado. Esto es bastante cierto, pero no constituye una idea tan profunda e interesante como la del refrán original: que a menudo cuando se quiere hacer el bien y ayudar, en el fondo siempre se acaba ocasionando problemas a alguien (quizás sin querer). En efecto, cuántos males provocan las meteduras de pata de quienes, por querer mejorar algo, inevitablemente estropean otra cosa. Pero a la gente le da igual si entienden el refrán o no, y lo recitan como el padrenuestro, de carretilla y por inercia.

viernes, 24 de agosto de 2007

La guerra de la oreja de Jenkins

Ya en un artículo anterior hablé del asedio a Cartagena de Indias y de la increíble defensa que Blas de Lezo y los suyos hicieron de aquella plaza, venciendo a una fuerza inglesa claramente superior. Queda pendiente hablar de la guerra en sí, o sea que vamos a ello.

En 1731, el buque de un contrabandista inglés llamado Robert Jenkins fue apresado por un barco español capitaneado por Julio León Fandiño, el cual, al apresar la nave, le cortó una oreja a su prisionero. Cuando éste consiguió quedar en libertad, la oposición al primer ministro Robert Walpole le apoyó para que se presentase en la Cámara de los Comunes explicando el suceso, con la oreja cortada en la mano, y añadió entonces que el español le había dicho: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve» Fue entonces cuando el parlamento forzó la guerra con España, en contra de la opinión de Walpole. Lógicamente, la verdadera motivación no fue la oreja del contrabandista, sino el interés de los ingleses por apoderarse de alguna de las colonias que la ya decadente España tenía aún en América.

En realidad sólo hubo una operación exitosa en toda la guerra y fue justamente la primera: el asalto por sorpresa de seis buques ingleses al mando de Edward Vernom a Puerto Bello, en Panamá. Este éxito inicial hinchó de arrogancia a los ingleses, que pusieron por las nubes a su héroe y extendieron por aquel entonces todo tipo de burlas, como por otra parte es típico del carácter de este país aún hoy en día, y así puede verse en los diarios sensacionalistas ingleses, interesados siempre en el crear montañas a partir de pequeños errores o defectos.

La consecuencia de este optimismo se pagó cara en la siguiente acción: Pretendieron capturar Cartagena de Indias, con el resultado que ya comenté en su día: La derrota más grande que jamás ha sufrido la Royal Navy. Siguieron a esta algunas operaciones menores contra Cuba, pero también fracasaron. Los españoles, a los que consideraban débiles al principio, se mostraron más difíciles de vencer de lo que parecía, y todos los proyectos ingleses se fueron al traste. Igualmente en el Pacífico hubo alguna expedición naval inglesa, pero de menor importancia.

También en Norteamérica se produjeron enfrentamientos entre los españoles, que estaban en Florida, y los ingleses, que estaban en Georgia, pero tanto los ataques de un bando como los del otro fallaron y no dejaron de ser escaramuzas fracasadas. Sin embargo, no deja de ser curioso que existiese este olvidado enfrentamiento entre ambos países en territorio de lo que hoy es Estados Unidos.

Ante los sucesivos fracasos por ambos bandos, el enfrentamiento se estancó, y luego se enlazó con la Guerra de sucesión de Austria, que acabó en 1748. El resultado de todas estas batallas fue nulo. Nadie consiguió nada, y en cierto modo la derrotada fue Inglaterra, que había fallado en sus pretensiones iniciales de sacar tajada del debilitado reino español.

Es una pena que esta guerra haya sido tan olvidada. Aunque los resultados fuesen nulos por ambas partes, había mucho en juego. Si los ingleses hubieran conseguido sus ojetivos, quizás la Historia hubiera cambiado mucho, al pasar a ser una potencia también en América. No fue así, y encima esta muestra de debilidad sin duda alentó a los norteamericanos más tarde para atreverse a enfrentarse a ellos. Además, contiene una de las batallas más increíbles de la Historia, que ha quedado injustamente relegada al olvido. También constituye una buena enseñanza de cómo las naciones no deben dejarse llevar por la arrogancia, ni los políticos engañarse con la propaganda partidista, porque luego la realidad es mucho más dura, y a veces quien nos parece débil es tan fuerte o más que nosotros. Todo esto, unido a la curiosa anécdota de su comienzo (que le dio también su curioso nombre), hace que me haya parecido interesante dedicarle unas líneas.

Imagen: wikipedia

jueves, 23 de agosto de 2007

Esperar a que se enfríe

Hay veces que estás a punto de conseguir algo que anhelabas, y justo cuando ya alargas la mano para alcanzarlo ves que se aleja; vuelves a acercarte y se aleja más... como si fueses un burro al que alguien le pone una zanahoria delante para que camine sin cesar. Llevo ya unos días con esa sensación. Será que últimamente se suceden mucho estas situaciones en mi vida, y voy pasando de reconciliación a separación o viceversa, como si el destino me las mezclase para compensar, y que así no todo fuese absulutamente horrible ni absolutamente bonito.

Entenderse con las personas es algo complicado, y probablemente uno de los mayores retos de nuestra vida es precisamente el de entender a los demás y hacernos entender nosotros mismos, pero hay temporadas en las que parece como si hablásemos otro idioma, o como si la comunicación estuviera llena de interferencias. ¿No habéis tenido nunca la sensación de que queréis aclarar algo con alguien y de pronto parece como si cada frase aún lo pusiera más difícil, como si cada intento por arreglar los malentendidos sólo crease otros nuevos y peores?

Si reflexionamos sobre las peleas que a veces separan a las personas, veremos que en más de tres cuartas partes de los casos se deben a simples malentendidos. Tan triste como cierto. Amigos o parejas que antes compartían todo dejan de hablarse porque uno dijo algo alguna vez que al otro no le acabó de cuadrar (quizás simplemente porque lo entendió mal o el otro no supo explicarlo bien), y al intentar aclararlo salieron a la luz otros temas en los que ninguno quiso ceder por orgullo, con lo que al final acabaron siendo enemigos. He llegado a ver peleas acaloradísimas por una discusión en la que los que la mirábamos desde fuera veíamos atónitos que en el fondo ambas partes estaban diciendo lo mismo, y todo venía a raíz de matices y maneras de entenderlo, que cada cual quería que se tomaran al pie de la letra por una simple cuestión de cabezonería. Son escenas muy tristes, pero extrañamente frecuentes.

A menudo la reconciliación es tan sencilla como darse cuenta de que en el fondo no existe tanta distancia, y entender que, si ponemos buena voluntad por ambas partes, todo es posible. Dos personas con buena voluntad podrán ser muy amigas aunque discrepen en casi todo, porque no estar de acuerdo en algo no es tan importante como el sentimiento de amistad; en cambio, quienes anteponen su orgullo y su capricho a lo demás, acabarán enemistados por cualquier tontería que se presente.

A veces hace falta tiempo para que se produzca esa combinación de estados de ánimo en la que ambas personas pueden volver a comunicarse, a entenderse. Espero que no sea mucho en este caso; yo por mi parte, intentaré tener siempre la actitud positiva que hace falta para que eso ocurra, pero a partir de ahí quizás haya que esperar, igual que tuve que esperar en otros casos en los que el final fue feliz. Pero esto es como cuando cocinas según qué comidas: no tienes que tocar nada ni añadirle nada, pero sí esperar a que se enfríe para seguir cocinando.

Foto sacada de: http://www.edining.ca

domingo, 19 de agosto de 2007

Las cuerdas desafinadas

Es bien sabido que cuando en una guitarra (o cualquier instrumento de cuerda) se pulsa una cuerda afinada en un cierto tono (por ejemplo en Re), cualquier otra cuerda que esté afinada en el mismo tono, vibra también. Es un fenómeno fácilmente observable y que los físicos llaman resonancia. Se produce porque los cuerpos tienen, según sus características físicas, una frecuencia característica llamada frecuencia de resonancia, que es la frecuencia a la cual vibran más fácilmente. Por eso, al recibir el choque de una onda de esa frecuencia, proveniente de la primera cuerda, vibra también la segunda, puesto que la frecuencia de la onda es justamente su frecuencia característica.

Este maravilloso fenómeno nos da una idea de la armonía del Universo y de las relaciones entre las cosas que lo forman, e incluso es fácilmente extrapolable al carácter de las personas. Todos tenemos un carácter con muchas complejidades, pero que básicamente tiene una manera de ser. Cuando encontramos a otra persona que "vibra a la misma frecuencia", por así decirlo, sentimos una sensación agradable, como si de pronto hubiéramos hallado una parte de nosotros mismos. Normalmente, esta perfecta compenetración de los caracteres lleva a la amistad, y en ella nos desarrollamos con más facilidad, al servirnos la otra persona de estímulo en nuestras propias ideas y afectos.

Pero si cada persona fuese una cuerda afinada a un tono, veríamos sin duda que habría tonos mayoritarios y otros que difícilmente se repiten. Como si la mayoría de las cuerdas estuvieran afinadas en Do, bastantes en Re, y luego ya sólo unas pocas en Mi, Fa... Y al final encontraríamos también extrañas cuerdas que parecerían estar desafinadas, y que vibran solitarias esperando, quizás en vano, que en algún lugar alguna otra cuerda escuche su sonido y lo repita. En esa sinfonía extraña que sería el mundo, estas cuerdas serían vistas por las demás como un estorbo, como un toque disonante que estropea la interpretación y que debería sel eliminado; pero quién sabe si al final, al evolucionar la obra, no será también necesario que se pulsen esas cuerdas, y que sus extraños y disonantes tonos, adornen también el mundo y lo liberen de la insoportable monotonía de las cuerdas afinadas en Do.

No sé vosotros, pero yo encuentro muy bella y poética la solitaria imagen de esa cuerda desafinada, sobre todo porque seguro que en algún lugar debe haber, sin duda, otra que vibre como ella, esperando escucharla algún día.

Imagen sacada de: http://www.flickr.com/photos/arussoni/318100307/

martes, 14 de agosto de 2007

Enemigos, los justos

Ya hace un tiempo publiqué un artículo sobre ello, pero hoy me apetece recordar el tema de los perdones, las reconciliaciones y todo lo que rodea a las subidas y bajadas que sufre nuestro afecto y respeto por las demás personas; y me apetece porque después de fenomenales broncas, desprecios e insultos, ayer por fin hubo fumata blanca con cierta personita de lo más curiosa y cuyo blog he añadido ya a mis enlaces, como pequeño detalle amistoso. ¿Verdad que mola esto de llevarse bien? Ya lo creo. Y más cuando hay amigos comunes que sin duda están más contentos al ver que no se encuentran en medio de un fuego cruzado. Yo es que para estas cosas cada día soy más hippie, paso de malos rollos. Si hay que dar hostias se dan, pero darlas porque sí, es tontería.

Sin embargo, hay reconciliaciones imposibles. Cuando lo que nos produce repulsión es la propia manera de ser de la otra persona, cuando vemos que ella es todo lo que nosotros odiamos en alguien, ahí la verdad es que la cosa está jodida; porque ya no es cuestión de conseguir un "oye, perdona, creo que me pasé con aquello", sino de aceptar su manera de hacer las cosas, y eso no es posible cuando esa manera de hacer las cosas representa todo aquello contra lo que luchamos, todo aquello que detestamos. En esos casos, yo soy de los que piensan que también hay que ser honesto con uno mismo y saber ser enemigo de nuestros enemigos. No es nuestro destino llevarnos bien con todos, siempre hay unas personas (en mi caso pocas, afortunadamente) con las que estamos destinados a enfrentarnos. Sepamos hacerlo también con valor y dignidad, sin falsedades ni hipocresías. Si he de tener enemigos, prefiero que sean como Dios manda, que no me vengan intentando disimular.

Los actos, en cambio, se pueden arreglar, y las enemistades que se producen por ellos son siempre solucionables con algo de buena voluntad y más o menos tiempo. Más que enemistades son rachas de mala leche. Por algo que se dijo o se hizo siempre se puede pedir perdón y aceptar que se metió la pata, y si la otra persona es como debe ser, tiene que poder aceptarlo. Y ahí sí que empeñarse en ser enemigo es un error y una estupidez.

martes, 7 de agosto de 2007

La medusa

Llevaba ya un tiempo esperando la llamada del hospital para una intervención (afortunadamente no muy grave) que tienen que hacerme. Ante la tardanza en avisarme, decidí llamar por si iban a tardar mucho más (ya hace más de dos meses que se suponía que tenían que haberme llamado). Me dijeron que no sabían nada de mi caso y que consultase con el ambulatorio. "Vaya, hombre, ya estamos con lo de 'vaya usted a la otra ventanilla', pensé". Pero bueno, lo entiendo perfectamente, así que llamé al ambulatorio y me dijeron que mejor me pasara esta mañana, cuando estuvieran las chicas que se encargan de ello, que por la tarde no están (el mes de Agosto es especial, ya lo sabemos). Me he pasado esta mañana y me he encontrado a una señora que me ha atendido perfectamente, con gran interés y eficiencia, pero que me ha hecho ver los detalles lastimosos de toda la cadena de trabajo en la que se halla inmersa. En primer lugar, llama al hospital, y resulta que el teléfono que le constaba como del departamento al que tenían que llamar no era el que debía ser. Extrañada (y yo más, porque por narices tienen que haber llamado allá alguna vez en el último mes como mínimo), se lo apuntó para que quedara constancia. Luego, preguntando por el fax que enviaron hace dos meses (y que estaba confirmado como enviado correctamente) se vio que no lo tenían en el hospital, no se sabe bien por qué. Por lo visto una parte de los faxes que envían allá no suelen llegar, lo cual ha alarmado a la mujer, que se ha pasado un rato discutiendo por teléfono con la otra (la que la escuchaba desde el hospital) cómo cambiar el método de trabajo, mientras yo asistía atónito a tal muestra de desidia por parte del sistema sanitario, puesto que esto mismo tiene que haberle pasado a mucha otra gente por cojones. Finalmente decidieron que durante el mes de Agosto (en el que los jefes están fuera y sólo quedan ellas para solucionar los temas) lo harían por carta. Cuando llegasen los responsables ya lo decidirían. Es bonito esto de saber que tu caso sirve para mejorar cosas.

En vista de que había que enviar de nuevo el fax, la mujer (Rosa, creo que se llamaba) me dijo que intentaría recuperar el original del archivo, porque la copia de carbón que yo llevaba casi no se veía. Lo que yo no me imaginaba era que, como comprobé unos segundos más tarde cuando ella se levantó a buscar en el archivo, éste consistía, no en unas carpetas bien organizadas y convenientemente guardadas en su armario con clasificadores según la letra o la fecha, sino en una caja de cartón tirada en la parte de abajo de una estantería con las hojas ahí, a saco (ordenadas por fecha, sí, pero vamos, aquello tenía más pinta de papeles de una mudanza por extraer o de papeles para reciclar que otra cosa). Es sólo una cuestión estética, lo sé, porque a fin de cuentas los papeles ahí están, pero a veces los pequeños detalles son reveladores de toda una manera de hacer las cosas.

Por lo demás, Rosa, que me dijo que llevaba sólo unos meses allí y que la habían dejado sola en Agosto (completamente previsible, de hecho no me esperaba encontrar otra situación al llegar allá), me pareció enormemente eficiente. La típica persona que te gustaría encontrar en estos casos. Por su parte, no puedo tener ninguna queja, pero por parte del sistema en general, supongo que esta es de aquellas situaciones que a más de uno le hubieran llevado a liarla bien liada, con bronca incluída hacia la pobre infortunada de turno (que tiene menos culpa que nadie) y frases despectivas a la manera de emplear nuestros impuestos por parte de la Administración. Y es que por fortuna mi caso no es grave, pero ¿y si lo hubiera sido?

Mi reacción ha sido muy distinta, y como este podría nombrar muchos más casos en los que simplemente he aceptado con filosófica paciencia los inconvenientes del sistema, igual que cada día en la empresa donde trabajo, en el restaurante donde tardan en servirme o en mil sitios más, acepto los defectos de las situaciones, al entender que éstas están dirigidas por personas, que no son perfectas. Los seres humanos no somos máquinas, somos humanos. Estamos llenos de defectos, descuidos, manías, intereses... y por eso las cosas funcionan como funcionan. Por mucho que nos duela, no podemos pedir que todo vaya sobre ruedas. ¿Podemos hacer algo por cambiarlo? A veces sí, a veces no, a veces muy poco. En cada caso corresponderá actuar o no, según la capacidad que tengamos. En un caso como este, poco se puede hacer excepto manifestar la sorpresa por la situación y transmitir el deseo de que en el futuro se haga diferente. Con cabrearse no se arregla nada.

La actitud de asimilación de los problemas no es fácil, sobre todo cuando requiere cambiar, no una cosa, sino una persona. En esos casos es mejor asumirla como es o irse con la música a otra parte. Es lo que hay. A mí mismo me cuesta asumirlo, pero es lo que hay. Cuando alguien de quien esperas algo no te lo da, te decepciona, pero en el fondo, es difícil saber si esa decepción se debe a que él haga algo mal o a que tú esperas lo que no puedes esperar. Quizás sean ambas cosas. A veces creemos que el mundo funciona mal simplemente porque en nuestra mente funciona diferente, y esto me recuerda otro caso actual, en el que yo no he estado a la altura y quise que las cosas fuesen de otra manera, pero no lo son. Culpa mía, no de la realidad, ni en este caso de esa persona. Ella es lo que es. Hoy me toca decidir si me voy con la música a otra parte o si acepto lo que hay, pero en cualquier caso no puedo ni debo cambiar a nadie. Por eso ahora me pregunto: Si en la playa en la que te gusta pasar las tardes descubres un día una medusa, ¿dejas de ir a la playa para siempre, o te quedas porque asumes la molestia de algún picotazo ocasional, a cambio de seguir disfrutando en ella apaciblemente, como has hecho hasta ahora? No sé aún qué respuesta escogeré, pero en cualquier caso, quien se quiera quedar en la playa, deberá aceptarla toda entera, con sus limpias aguas, su fina arena, su hermosa puesta de sol, pero también con medusa y todo. Y no podemos olvidar una cosa: para los demás nosotros también somos otra playa, en la que quizás haya más de una medusa nadando.

jueves, 2 de agosto de 2007

El censor censurado

Siempre he estado en contra de esta manía moderna de ser políticamente correcto en todo. Y eso porque aparte de mi tendencia natural a eliminar las trabas y el oscurantismo de la educación de las personas, también considero que es una de esas tendencias que acaban provocando una especie de "auto-fagocitación", es decir, que ella misma se bloquea, como acaba pasando siempre que se quiere ir en contra de la realidad.

Esta tarde he podido ver un ejemplo clarísmo al leer esta noticia, en la que se habla de un anuncio en contra de las corridas de toros, que ha sido retirado por la Comisión de Control de la Publicidad francesa. La razón es que lo consideran inapropiado.

Uno no puede evitar sonreír al ver de qué manera los que luchan contra algo que consideran políticamente incorrecto (las corridas de toros), son censurados porque otros piensan que lo que ellos hacen (el anuncio en cuestión) es a su vez políticamente incorrecto. Quieren que se prohíban las corridas de toros por ser crueles, y para eso muestran esa crueldad. Pero claro, al hacerlo caen en la misma incorrección que quisieran ocultar. Es como si para que se prohibiera la pornografía exhibiésemos imágenes porno para decirle a la gente "¿Veis? Este tipo de cosas deben prohibirse".

Una cosa es la educación y la moderación y otra cosa es la gilipollez moderna que reniega de todos esos aspectos de la realidad que no encajan con ese mundo de regaliz y gominolas en el que se nos quiere educar. Y he aquí el quid de la cuestión: si hay un aspecto de la realidad que queremos ocultar por considerarlo políticamente incorrecto, llegará un momento en que entraremos en contradicción. ¿Por qué? Porque ese aspecto permanecerá en la realidad, y alguien tendrá que verlo, aunque sólo sea la propia persona que se encarga de ocultarlo a los demás.

Es lo que siempre nos hemos preguntado acerca de los censores: si unas imágenes se consideran malas porque pueden incitar a las personas a ciertos crímenes, ¿no deberíamos pensar que quien se encarga de censurarlas acabará siendo un criminal? Porque si su oficio consiste precisamente en verlas para después ocultarlas, necesariamente acabará empapado de ellas. "No, porque se trata de una personas suficientemente preparada", dirán algunos. Pero he aquí la contradicción: si se puede estar preparado para afrontar ese aspecto de la realidad, ¿no es mejor educar para estar preparado que ocultar?

Cuando se educa a los jóvenes (o no tan jóvenes) se tienen dos opciones: mostrar las cosas tal como son u ocultar ciertos aspectos. Por mucho que se diga, el segundo camino es un error, pues para progresar en la vida el conocimiento es fundamental, y un conocimiento sesgado de las cosas necesariamente será perjudicial. Ahora bien, es cierto que algunas pueden resultar muy comprometidas de enseñar, pero precisamente ahí está la gracia de la educación: en que la persona aprenda a convivir con esa realidad, aceptarla y, si es dañina, aprender a afrontarla. Lo otro no es más que escurrir el bulto y crear un mundo que no existe, un mundo que se derrumbará tan pronto como la innegable, cruel y terriblemente cierta realidad nos haga abrir los ojos.